Este es el relato de una vida en Mompox, de 30 días y sus noches a las orillas del río Magdalena.
El río se está secando y esa es la primera impresión que tengo del pueblo, le digo pueblo, pero me corrigen, Mompox es ciudad: perteneciente a la Red Turística de Pueblos Patrimonio de Colombia, Bien de Interés Cultural de la Nación, ósea Monumento Nacional y Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, además es Distrito Especial Turístico Cultural e Histórico de Colombia. Todo eso que no he terminado muy bien de saber qué significa, pero a lo que me apegué para crear algunas expectativas en mi corazón y llegar a sus calles secas y polvorientas con ganas de descubrir.
Llegué hasta este lugar que antes desconocía total, con mi amiga Adela. Adela hace collage, divulga literatura de género y crea con sus manos. Nos presentamos a una beca para artistas y llegamos hasta Casa Taller El Boga para darle forma a una idea que nos congregó: La casa, la plaza y el río, Mujeres momposinas: sus voces, relatos y genealogías narrativas. Con este proyecto ambas queríamos descubrir principalmente mujeres escritoras en Mompox aunque también nos interesaba simplemente encontrar esos relatos de mujeres potentes que cuentan la ciudad. Eso y explorar nuestras curiosidades con el papel reciclado vegetal, con el collage y la escritura íntima.
¡Vaya proyecto!
Llegamos a la Calle 1, también llamada Albarrada un miércoles al medio día. El sol atravesando la piel ya nos daba pistas de los que sería la nueva vida. Entramos a El Boga y esa casona con jardín interior, patios amplios, cocina inmensa y dos perros juguetones nos recibió.
La habitación #7 nos correspondió y el calor nos mantuvo ahí la mayoría del tiempo.
La primera semana fue de asombro e incomodidad, no terminaba de sentirme yo misma en medio de tanto calor y mi cuerpo sufrió un bajón de energía tremendo; me costaba la existencia y no sabía muy bien cómo ordenar la nueva rutina. También nos encontramos frente al desafío creativo de trabajar con otras manos, otros ojos, otro corazón e intereses y cuestionarnos la forma de acercarnos a las mujeres y sus relatos, nos llevó a tener conversaciones interesantísimas sobre nuestros procesos y lo que Adela y yo queremos en el proceso que cada una realiza. Me pareció importantísimo cuestionar en conjunto la practica creativa y encontrar claridades por medio de la palabra compartida.
De todo lo aprendido los primeros días, aún me cuestiona bastante que sea Mompox una ciudad tan pequeña, compleja y pobre, cuando cuentan orgullosamente en sus calles que fue de aquí que Bolivar* consiguió el dinero para libertar Caracas y sí empezar los gritos de independencia más importantes de la Nueva Granada.











La casa, la plaza y el río
A mediados de 2023 me vinculé a una de las ramas del proyecto de investigación La Vida Con Ellas de mi amiga Adela Arteaga, empecé a colaborar en Un día como hoy proyecto en Instagram que consolida pequeños perfiles de mujeres nacidas cada día.
Las reflexiones que pudimos desarrollar durante el ejercicio, se concentraron en la necesidad de hacer más accesible la información sobre vida y obra de mujeres escritoras. Divulgar no sólo a aquellas a las que editoriales y ferias tienen en sus agendas, sino a las silenciadas voces de mujeres comunes y corrientes que también tienen vida y procesos creativos para compartir.
Con esta inquietud, nos presentamos a la convocatoria abierta de La Casa Taller El Boga en Mompox para tener un espacio de 30 días en los que nos dedicáramos a encontrar, conocer y divulgar la obra de mujeres escritoras en esta ciudad, una que no conocíamos y que al ser Patrimonio de la Humanidad, nos llamaba mucho la atención.
Al ser aceptadas, viajamos al territorio entre febrero y marzo de 2024 para dar rienda suelta al proyecto. Comprendiendo que las historias escritas se nutren de manera profunda de los relatos orales, nuestra propuesta se interesó en rastrear escritoras y narradoras en Mompox, aquellas reconocidas, otras cuyo papel no ha sido tan protagónico, pero que han tejido un legado con sus relatos, y por supuesto las que hacen parte de aquello que nos contamos en la vida cotidiana.
Las 14 mujeres que logramos encontrar en nuestro corto periodo de tiempo en la ciudad, las conocimos gracias al voz a voz, preguntando, viendo, escuchando; estando. Nos acercamos a ellas, conversamos, las observamos, las escuchamos y creamos juntas.
Además de la búsqueda y consolidación de un primer inventario de mujeres escritoras y contadoras de historias, a nivel práctico a Adela y a mí nos interesaba explorar la producción de papel reciclado y artesanal.
Hicimos varias pruebas de pigmentación del papel en las que incluimos repollo morado, cascara de cebollada roja, cúrcuma en polvo, remolacha y hojas secas de plátano o mafufo, como es conocido en la región. Estos experimentos dieron como resultado la materia prima para elaborar la obra principal de la residencia: un juego de cartas, también conocido como oráculo, en el que cada mujer es identificada con el nombre elegido por ellas mismas y una frase que Adela y yo consideramos que las representaba a cada una. El oráculo viene acompañado de un cuadernillo con textos sobre cada una de las mujeres, escritos por Adela y yo.





El oráculo, que es una provocación a leer, conocer y reflejarse en rostros de mujeres momposinas, compartimos los incipientes hallazgos de nuestro interés, confirmando que sí hay mujeres escritoras y contadoras en el territorio y confiando en que esta semilla de visibilización inspire a más personas a continuar el ejercicio de escritura, edición y publicación de las palabras poderosas que las mujeres tienen para compartir.




