Adentro, muy profundo en las calles de Kitintale hay una pequeña librería donde habitan los sueños, las letras y los aprendizajes de una comunidad que ha visto crecer a sus jóvenes entre ilusiones, retos superados, anhelos, cuatro ruedas y mucho asfalto.

Existe una librería que se hermana con una pista de skateboarding que desde el 2006 está cambiando las vistas del barrio y ha transformado la vida de todos los habitantes alrededor. Para llegar hasta este lugar, hay que llegar al corazón del barrio a través de una concurrida calle de Kampala: Port Bell Rd. El mercado principal sirve de insignia y luego, adentrándose a los suburbios con calles sin pavimentar, huecos y rocas como obstáculos, se encuentra un oasis de diversión, aprendizaje y desarrollo social.
La librería del barrio Kitintale abrió sus puertas en 2022 y desde entonces se ha convertido en el punto de encuentro para que los más pequeños disfruten del tiempo y aprendan lo que a veces en la escuela no pueden; hacer deberes, leer, escribir, hablar, dibujar, bailar, encender o apagar un computador, crear un documento en Word o en Excel y contar historias son algunas de las actividades que se desarrollan en este espacio.
No hay un horario establecido, tampoco hay maestros con contrato y menos un librero que acompañe los días en la librería; hay voluntarios de la comunidad que se turnan para dictar los programas y contribuir a su barrio lo mejor que pueden.
La idea
Durante el confinamiento provocado por el Covid19, las escuelas públicas ugandesas fueron cerradas entre el 16 de febrero de 2020 y el 31 de octubre de 2021, teniendo uno de los confinamientos más largos a nivel mundial: 83 semanas sin escuela.
Niños y niñas se vieron obligados a suspender sus estudios, entonces con el apoyo de algunos voluntarios del barrio y un maestro de una escuela internacional vecina, Oscar Monti, en 2020 algunas sesiones de lectura y escritura empezaron a tener lugar en el workshop que está situado al lado del skate park , una pequeña habitación que hace de espacio de creación informal en el que vecinos se juntan para crear artesanías con material reciclado, diseñar o intervenir ropa, hacer vasos o simples utensilios para el hogar con bambú o pintar.
La comunidad empezó a ver estas reuniones de enseñanza informal como una solución al descarado proceso de desescolarización que vivían sus niños y niñas. Una idea que se mantuvo gracias al trabajo colaborativo de los involucrados pero que no fue suficiente para suplir las necesidades que el Estado debería.
Los líderes del barrio, en cabeza de Jackson Mubiru y el apoyo de Skate Aid (organización alemana que promueve la cultura skate alrededor del mundo) recibieron dinero para construir la librería. Así a finales del 2022, con una masiva donación de libros y muebles, por parte de la escuela Internacional Ambrosoli donde Oscar Monti es maestro, la librería abrió sus puertas.
Un contenedor de libros y oportunidades para el aprendizaje: lectura, escritura, pronunciación, acceso a la tecnología, historias y sueños.
Cuatro ruedas y mucho asfalto
El skate park ha sido el sueño en el que Jackson Mubiru ha invertido más de la mitad de su vida. En 2005 no pudo dejar de pensar en aquel deporte que vía en la televisión y que le parecía tan atractivo como ajeno. Se obsesionó y entonces el universo le empezó a indicar qué camino seguir para adentrarse a este universo.
Él, que es un soñador, líder innato y visionario hizo caso. Sin tener muy claro cómo y con pocos recursos materiales y emocionales, empezó a construir la primera rampla para rodar. En 2006 las señales siguieron apareciendo en forma de compañeros que como él han, son fieles a las pasiones del corazón. Conoció a Shael Swart un joven sudafricano que estaba terminando la escuela secundaria en Kampala entonces, y a Barian Lye un aficionado al skate quien era un estudiante canadiense que viajaba por el este de África. Con ellos no sólo diseñó y construyó la primera rampla de skateboarding del este africano, sino que empezó a documentar esta historia que 17 años después sigue emocionando y se encuentra en el mejor momento.
El Skate park ha sido hogar de jóvenes de la zona que como Jackson se enamoraron de la metáfora que ofrece este deporte: levantarse cuantas veces sea necesario. Levantarse y volverlo a intentar. Volar si es necesario. Un deporte que le ha permitido a la comunidad pensar en otras posibilidades para el uso del tiempo libre y para cultivar con disciplina un deporte que hoy es reconocido por el comité de juegos olímpicos y que desde Kintintale se promueve generosamente, especialmente para las mujeres. Algunos jóvenes de la comunidad que llevan años practicando en este parque, ya aspiran a llegar a París 2024.
En Uganda aún hay que hacerse camino, paso a paso, con mucha paciencia cuando se quiere introducir una idea nueva. Este deporte desconocido para muchos irrumpió las certezas de las comisiones deportivas en el país y todavía hoy Jackson y su equipo en Uganda Skateboard Union, deben enfrentar las trabas en cada proceso que inician, explicar en qué consiste la disciplina y contagiar de curiosidad a los que intentan atacar con suposiciones sobre el peligro del deporte, para que conozcan sus ventajas y permitan que los equipos que voluntarios y donantes envían al país, pasen sin problema por aduana y que el pago de los impuestos no se conviertan en un obstáculo imposible de pasar.
Todo por hacer
Gracias al apoyo de la familia de Jackson, los esfuerzos colectivos de Skate Aid y al trabajo comunitario, lo que pasa alrededor de este espacio hace mucho tiempo dejo de ser sólo la práctica de una disciplina deportiva y se convirtió en un modelo de desarrollo social que hoy brinda a la comunidad espacios para el crecimiento económico, adquisición de aprendizajes vocacionales, uso efectivo del espacio público y vida en armonía.
Mantenerse no es fácil, donaciones de libros, computadores y otro material han llegado en poco tiempo gracias a la gestión de voluntarios, la embajada de Francia en Uganda, empresas privadas y los propios vecinos. Sin embargo, sostener un espacio de aprendizaje obliga a cuestionar la dinámica económica de los involucrados en ella y aquí es dónde empieza a tambalear el proyecto.
Dos maestros principales prestan sus servicios de manera voluntaria para enseñar escritura y lectura a los más pequeños y manejo de computador a los mayores. Los voluntarios siguen yendo y viniendo, pero no existe una estructura garantizada a la hora de dar continuidad a los procesos comunitarios.
¿Cómo mantener un proyecto social de este calibre sin un apoyo financiero y estructural constante y con proyección?
Jackson y los maestros hablan esperanzados sobre este proyecto; es real y tangible el potencial que la librería, el skate park y todo al rededor tiene para la comunidad, incluso para el país.
Contar y ser la historia
Esta librería es un espacio de encuentro, de integración, una muestra de resiliencia y pasión. Hoy, más de 100 niños y adolescentes de todo el barrio, e incluso caseríos vecinos, están llegando hasta aquí para disfrutar de un libro, aprender algo nuevo y cultivar la imaginación. Los skates y las letras los inspiran a contar su historia, a reconocerse importante, a compartir sus sueños y creer que es posible alcanzarlos.
Durante mis visitas a la librería y skate park, realicé, en colaboración con Waswa Pons, uno de los docentes voluntarios del barrio, un taller de storyteling en el que los niños asistentes aprendieron un poco más a crear, contar y compartir historias. Esta es una pequeña muestra de su creatividad.
Ver perfil de cada niño e historia inicial.
























Durante 10 sesiones los niños aprendieron a contar sus propias historias; escribieron, actuaron y compartieron de forma creativa sus ideas sobre la librería y el stakepark.
Este fue un trabajo conjunto que realicé con el maestro Waswa como proceso de adaptación e integración al nuevo espacio que habitan.









Hace 17 años el matorral detrás de la casa de la madre de Jackson era sólo tierra y rastrojo. Kampala se transforma rápidamente y en sus barrios está la muestra de la efervescencia que vive la ciudad: proyectos que cuestionan a sus habitantes, que crean servicios para sus necesidades que no se detienen cuando el Estadio los abandona y que siempre quieren lo mejor.
Hoy este territorio en Kitintale permite ver su abundancia, reconoce su belleza y comparte los logros con toda la ciudad: un pequeño ecosistema de desarrollo social en el corazón de la urbe ugandesa donde la creatividad, el deporte y los libros están dando alas a los sueños de sus habitantes.